miércoles, 31 de marzo de 2010

Luciano, una historia de inclusión.

Con apenas 22 años, Luciano Palazesi terminará en diciembre de cursar la carrera de contador público en la Universidad Católica Argentina (UCA) de Rosario. Pero nada le fue fácil: una parálisis cerebral de nacimiento le dejó secuelas motoras y en el habla. El viernes 25 de septiembre, el joven universitario fue segundo escolta de la bandera papal, en el acto de colación de grado de la Facultad de Ciencias Económicas de la UCA. No es para menos, tiene promedio 8 en sus estudios.

Su llegada a la Universidad no es azarosa, tiene un largo trecho recorrido por lograr la inclusión plena. Los papás de Luciano dieron los primeros pasos para lograr el derecho a la integración con Juan (27 años), su primer hijo, que nació con Síndrome de Down. Más tarde llegó María (25 años) que estudia bellas artes en la UNR. Al nacer Luciano, una cesárea no practicada a tiempo le causó una parálisis cerebral, cuyas secuelas se empezaron a ver a los seis meses.”Durante seis años recorrimos tres veces a la semana 180 kilómetros para la rehabilitación que le permitiese caminar”, recuerda la mamá.

Un dato para no pasar por alto es que Luciano, siempre cursó en la escuela común, aun cuando algunos maestros en su primaria dudaron de esta posibilidad. Terminó su secundario en el Colegio Nacional de San Lorenzo con promedio 9.23, y siendo siempre escolta o abanderado.
Y en la Universidad Católica no dudaron un instante, le otorgaron una beca completa sin más trámite que el primer pedido. “Cuando iba a empezar sentí los miedos que tuve siempre —que también fui superando— al rechazo, a la discriminación. Pero la verdad es que nunca me los hicieron sentir, fui bien recibido y tratado por mis compañeros y profesores”, cuenta Luciano.
En medio de un día cotidiano, tiene que sortear varios obstáculos, desde físicos hasta culturales y aquellos que ponen en contradicción las mismas leyes a favor de la inclusión de una persona discapacitada en la sociedad. Obstáculos que van desde la pelea eterna por un asiento en el transporte público hasta inexplicables retrasos en el pago de una magra retribución de 600 pesos: el Ministerio de Educación provincial lleva tres meses de retraso en pagarle la pasantía que cumple a diario. Piensa que aún falta mucho por hacer para garantizarles a chicos con distintas capacidades que puedan gozar del derecho a educarse.
Según datos del Centro de Desarrollo e Investigación en Tecnologías Especiales (CEDITE), en la Argentina, menos del 1% de los jóvenes con discapacidad llega a la Universidad. Los que lo hacen es porque cuentan con recursos económicos suficientes o bien —como en este caso— tienen un grupo familiar que trabaja codo a codo.
El joven hoy se ilusiona con la promesa de un trabajo en una fábrica de balanzas. Aspira a seguir un postgrado en economía, dar clases y también dictar una conferencia sobre inclusión social.
“Me considero una persona fuerte, lo siento cuando atravieso la puerta de calle. Pero lo que mata es el miedo que tiene la gente a lo desconocido”. Y mientras cuenta esto, saca un poema que dice:
“Ojos que no quieren ver la realidad
Ojos que me ignoran
Ojos que me miran mal porque aún no aprendí bien a caminar
Ojos que no ven lo que soy
Ojos ciegos que no me dejan ver qué hay en cada uno de sus rostros.”

Fuente: http://www.lacapital.com.ar/ed_educacion/2009/9/edicion_41/contenidos/noticia_5080.html

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